Desde
el origen mismo de la civilización, la cuenca del mar Mediterráneo ha tenido un
importante rol en la historia de la humanidad. Su condición de mar interior
(rodeado de tierra) y el hecho de que en él se conecten Asia, África y Europa,
lo convirtieron en un espacio ecúmene,
es decir, un espacio poblado en forma permanente por distintas culturas, las
que lo ocuparon como un medio para comercializar bienes e intercambiaron ideas
y conocimientos.
Otro
factor geográfico importante que benefició a las culturas del mar Mediterráneo
fue el clima templado de sus costas,
cuyas estaciones están bien marcadas, con inviernos fríos y húmedos y veranos
secos y calurosos, pero sin llegar a temperaturas muy extremas, lo que favorece
tanto el asentamiento humano como el desarrollo de la agricultura.
EL
ESPACIO GEOGRÁFICO DE LOS GRIEGOS Y ROMANOS
Tanto los griegos como los romanos expandieron la influencia de
sus culturas mucho más allá de las regiones en donde se originaron. Aun así, el
espacio geográfico que habitaron en sus inicios fue determinante para el
desarrollo de sus civilizaciones. El medio natural en donde se desarrolló la
civilización griega fue lo que ellos mismos denominaron la Hélade, compuesta
por la península balcánica, las islas del mar Egeo y las costas de Asia Menor.
La influencia de este territorio en la cultura de la antigua Grecia fue muy
significativa.
Cubierta de montañas, la Hélade
fue un lugar en donde la agricultura solo pudo practicarse de forma limitada,
lo que obligó a buscar nuevas tierras cultivables. Además, la división natural
del territorio propició la formación de ciudades independientes.
Además de la enorme cantidad de islas del mar Egeo, la necesidad
de los griegos por colonizar nuevas tierras hizo de la pesca y el comercio marítimo
una actividad fundamental de su cultura; y las temperaturas moderadas del clima
mediterráneo favorecieron la vida al aire libre y estimularon el desarrollo de
actividades como el deporte, las artes, la política y la filosofía.
La Hélade
La
península itálica es una zona
montañosa cuya “columna vertebral” son los Apeninos,
una cordillera que la atraviesa de norte a sur, aunque con numerosos valles
cuyo clima mediterráneo favoreció el
cultivo de trigo, aceitunas y viñas, así como también el pastoreo.
Estas actividades fueron determinantes para el surgimiento de la civilización
romana. Productos como el aceite de oliva y el vino se transformaron en
característicos de su civilización.
Península Itálica
LA
EXPANSIÓN GRIEGA POR EL MEDITERRÁNEO
Si
bien los griegos se reconocían como una cultura particular cuyo núcleo estuvo
en la Hélade, a partir del siglo VIII a. C. se dio inicio a un largo período de
expansión que los llevó a fundar numerosas colonias
(apoikías) y factorías (emporion)
en territorios como el norte de África, Asia Menor, el sur de la península
itálica y Sicilia, las riberas del mar Negro y la costa mediterránea de Francia
y España.
Los
motivos que impulsaron esta expansión tuvieron que ver con un aumento de la
población y la escasez de tierra cultivable, la búsqueda de nuevos mercados,
así como también la necesidad de abastecerse de materias primas, como metales y
madera. Este contacto permanente resultó determinante para su desarrollo.
LA
EXPANSIÓN ROMANA POR EL MEDITERRÁNEO
En
el territorio que hoy ocupa Italia se instalaron al menos tres poblaciones
diferentes: etruscos, itálicos y griegos. Los etruscos se asentaron en el norte
italiano cerca del siglo IX a. C. Los itálicos se instalaron en el centro; y los
latinos, poblaron las fértiles orillas del río Tíber. Los griegos estuvieron
presentes hacia el sur del territorio y en la isla de Sicilia, desde el siglo
VIII a. C., por medio de la fundación de colonias.
A
partir del siglo IV a. C., Roma inició un proceso de expansión territorial en
diversas direcciones. Las conquistas fueron posibles gracias a la fuerza
militar que radicaba en un ejército disciplinado y eficiente, sus técnicas
bélicas y su armamento, los que lo convirtieron en uno de los más poderosos del
mundo antiguo. A lo largo de su historia, Roma llegó a abarcar toda la cuenca del
Mediterráneo, hasta convertirse en un imperio.
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