La década de 1850, marcada por dos revoluciones, una creciente oposición política al régimen autoritario, y las importantes tensiones y pugnas entre el Estado y la Iglesia católica, significó el declive de los gobiernos conservadores y el inicio de administraciones liberales.
Para los liberales, el orden aristócrata y autoritario impuesto por
los conservadores debía ser modificado, para ello aprobaron una serie de reformas, siendo algunos de sus aspectos,
ampliamente debatidos en los distintos espacios de discusión política.
Esas reformas provocaron, en el corto plazo, que los presidentes comenzaran a tener problemas de gobernabilidad, debido a las amplias atribuciones con que contaba el poder legislativo. En 1886, el político liberal José Manuel Balmaceda ganó las elecciones con un ambicioso plan de gobierno, el cual encontró en los congresistas una fuerte oposición.
Para 1891, esta oposición ya se había transformado en una fuerte disputa entre el gobierno y el congreso por el poder político del país, lo que desencadenaría ese mismo año una guerra civil que concluyó con el triunfo de la facción del Congreso, miles de muertos en ambos bandos y el suicidio de Balmaceda. Si bien esta disputa se configura como un antecedente determinante del conflicto, no es la única, existiendo otras tan relevantes como esta.
Con
estos hechos se ponía fin a los gobiernos liberales y se iniciaba una nueva
etapa en la historia de Chile, que en el ámbito político tuvo como protagonista
al Congreso y su control sobre el poder ejecutivo.
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