En sus inicios, Roma fue una pequeña
ciudad de agricultores y pastores, gobernada por un rey con poderes absolutos.
A lo largo de sus más de mil años de historia, este pequeño poblado llegaría a
dominar un Imperio que abarcaría casi toda Europa, parte del Cercano Oriente y
el Norte de África, ejerciendo una significativa influencia sobre los pueblos
que conquistaron, tanto a través de las armas como mediante la diplomacia.
La instauración de la república como sistema de gobierno y la noción de derecho que los romanos desarrollaron siguen siendo hoy la base de la política de los grandes Estados modernos occidentales. Su lengua, el latín, es la raíz de muchos idiomas, entre ellos el español. Una de las claves del éxito de Roma fue su particular espíritu práctico y su capacidad para adoptar y enriquecer las tradiciones culturales con las que entró en contacto, rescatando, por ejemplo, los avances producidos en Grecia.
Fundada en el año 753 a. C. Roma fue
primeramente una monarquía, según la
leyenda fueron 7 reyes que gobernaron hasta que en el año 509 a. C. una
revuelta antimonárquica expulsó al último de los reyes, instaurándose por
primera vez la república.
LA
REPÚBLICA ROMANA
El fin de la
monarquía supuso importantes cambios en la organización de Roma: la figura del
rey desapareció y se pudo limitar el ejercicio del poder. A diferencia del
sistema monárquico, la república estuvo conformada por magistraturas electivas,
temporales y responsables, es decir que estaban sometidas a la
ley; gratuitas, pues no percibían sueldos; y colegiadas, esto es,
compuestas por más de una persona. La excepción fue la dictadura, cargo que
solo aparecía durante períodos de crisis.
Durante la república, además, se ampliaron los derechos políticos de los romanos. Los patricios, que constituían una aristocracia hereditaria de terratenientes y tenían una serie de privilegios políticos y jurídicos, se vieron enfrentados a los plebeyos, que eran un grupo formado por artesanos, campesinos y comerciantes, cuyos antepasados no habían sido fundadores de Roma y que, por lo tanto, no tenían los mismos derechos que los patricios. Entre los siglos V a. C. y VI a. C. se desarrollaron una serie de revueltas con el fin de conseguir mayor participación política para los plebeyos. Consecuencia de ello fue la creación del cargo de tribuno de la plebe, una magistratura encargada de representar a los plebeyos ante los cónsules y el Senado; y la publicación de la ley de las XII tablas, las primeras leyes escritas con las que contó Roma.
EXPANSIÓN
Y CRISIS DE LA REPÚBLICA
La república romana se extendió por cerca de quinientos años (509 a. C. – 27 a. C.) en los que la influencia de su civilización se expandió de forma relativamente constante. Esto permitió que Roma se transformara en la primera potencia comercial y militar del mar Mediterráneo.
Esta prosperidad,
sin embargo, no estuvo exenta de conflictos, los que terminaron por agotar al
sistema republicano. Pequeños y medianos propietarios quedaron arruinados al no
poder competir con los bajos precios de los productos comercializados desde las
nuevas provincias y muchos campesinos, obligados a participar en largas
campañas militares, se vieron forzados a vender sus tierras. El descontento
social provocó nuevas revueltas que buscaron, principalmente, cambiar la
desigual repartición de la tierra.
SOCIEDAD
ROMANA EN LA REPÚBLICA
Roma fue una
sociedad profundamente patriarcal, solo
los hombres patricios, y más
adelante los hombres plebeyos,
fueron considerados ciudadanos. Las mujeres, los niños y los esclavos estaban
bajo la tutela de sus respectivos pater
familias, es decir, los varones cabeza de familia.
EL
IMPERIO ROMANO
La crisis del sistema republicano
dio paso al surgimiento de una nueva forma de organización: el Imperio. En este
período se mantuvieron algunas características de la república, tales como la
organización burocrática, formada por funcionarios que administraban los
asuntos públicos, la cultura de la legalidad y la permanente anexión de nuevos
territorios. Sin embargo, las decisiones políticas, religiosas y militares se
concentraron en la figura del emperador, mientras que las magistraturas y el
Senado fueron perdiendo relevancia.
Con el gobierno de Octavio se inició un período en la historia de Roma que duró cerca de doscientos años y fue conocido como pax romana o pax augusta. Se caracterizó por la estabilidad política y económica en el Mediterráneo, producto de la consolidación del poder romano en torno a la figura del emperador, quien durante este período ganó la lealtad tanto del Senado como del ejército. Esto permitió consolidar la organización territorial y administrativa del Imperio, y aplicar el derecho romano en todos sus territorios.
En los
territorios conquistados, los romanos impulsaron la transmisión de su cultura y
forma de vida, lo que favoreció la transformación o romanización de las sociedades conquistadas. Además, se extendió la ciudadanía
romana a las elites locales, lo que constituyó una eficaz forma de obtener lealtad e integrarlas al mundo romano.
La romanización también se vio favorecida por la creación de una administración única para todas las provincias,
la universalización del derecho romano,
la difusión del latín, la incorporación
de los habitantes de las provincias al ejército
y la construcción de una extensa red de
caminos.
EL
EJÉRCITO ROMANO
El ejército tuvo
un gran protagonismo en Roma. Los romanos hicieron la guerra en lugares tan
distantes de su tierra como Partia (Irán) y Gran Bretaña, mostrando tenacidad y
capacidad de adaptación. Lo que hizo
del ejército una fuerza que por siglos pareció imparable, fue su capacidad para
recuperarse de las más desastrosas derrotas y, aun así, salir victorioso, lo
que resultó clave en su expansión territorial y en la defensa de sus fronteras.
LA
CULTURA ROMANA
Desde sus inicios la cultura romana se constituyó mediante constantes intercambios con otros pueblos como etruscos, griegos, fenicios, egipcios, persas, entre otros. En su proceso de colonización y expansión, los romanos adquirieron costumbres, saberes y tradiciones de los pueblos que dominaron, lo que enriqueció su cultura y permitió la difusión de muchas de estas ideas por la cuenca del Mediterráneo.
Desde los tiempos de la monarquía los romanos habían comenzado a adoptar elementos extranjeros como parte de su propia sociedad, como el alfabeto y los alcantarillados. De entre todas las influencias externas, probablemente la más notable fue la cultura griega, de la que los romanos se sentían herederos y continuadores. La fascinación de los romanos por la civilización griega fue tan grande que adoptaron muchas de sus tradiciones, desde los dioses (a los que en la mayoría de los casos solo cambiaron el nombre), hasta el teatro, la filosofía, la arquitectura, la retórica, la historia y la literatura.
OBRAS
Y EDIFICIOS PÚBLICOS
Los romanos destacaron por su
carácter práctico y sus habilidades en el campo de la ingeniería. Ellos
aplicaron sus conocimientos y los medios disponibles para transformar los
desiertos en tierras habitadas y cultivables y, en general, para elevar el
nivel de vida de la población que habitaba en las ciudades.
·
Caminos:
Los territorios romanos estuvieron interconectados por una extensa red de
caminos muy bien construidos, un trabajo que por lo general realizaban los
mismos legionarios que habían conquistado un nuevo territorio. Por estos
caminos circularon comerciantes y viajeros en carros tirados por bueyes o mulas
cargadas de productos.
·
Acueductos:
Los acueductos llevaron agua desde distantes fuentes naturales hasta el corazón
de las ciudades. Alimentaron fuentes, baños y algunas casas privadas de
personas privilegiadas. Para el siglo III d. C., solo en la ciudad de Roma
había 11 acueductos. Todos funcionaban solo con la fuerza de gravedad,
aprovechada mediante una suave pendiente.
·
Baños,
termas y fuentes públicas: En Roma el agua
era gratuita y existieron alrededor de trece mil fuentes públicas para que los
ciudadanos accedieran libremente a ella. Los baños y las termas, por otro lado,
fueron lugares (públicos y privados) en donde asearse, pero también espacios de
reunión y negocios. Algunos contaban con complejos sistemas de plomería y calefacción.
· Teatros y anfiteatros: Para evitar rebeliones y descontento en general, la construcción de centros de entretenimiento fue parte fundamental de la política romana. Los teatros (con forma de media luna) y los anfiteatros (circulares u ovalados) fueron comunes en todas las provincias romanas. Allí se podían ver luchas de gladiadores, obras de teatro y numerosos espectáculos.
EL
DERECHO ROMANO
Según el historiador romano Tito Livio,
las primeras leyes que se publicaron en Roma (las XII tablas) fueron escritas durante el siglo V a. C. Ninguna copia
original de estas diez primeras leyes parece haber sobrevivido, por lo que los
historiadores solo han podido especular sobre su contenido. Su importancia, sin
embargo, no radica tanto en lo que decían exactamente, sino en que pusieron en
marcha una larga tradición jurídica que hoy conocemos como derecho romano, una serie de leyes que buscaron regular la vida
pública y privada de los ciudadanos, las provincias y los municipios.
La noción de derecho romano ha
sobrevivido por más de dos mil años. Muchos de sus principios fueron adoptados
por las sociedades modernas. Los códigos
civiles creados tras las independencias americanas, por ejemplo, estuvieron
inspirados en él, sobre todo en lo referente a la autonomía de la justicia y el
respeto de la ley.
CRISTIANISMO,
CRISIS Y DIVISIÓN DEL IMPERIO
Jesús de Nazaret, el fundador de la religión cristiana, nació en la provincia romana de Judea durante la pax romana, cuando aún gobernaba su primer emperador, Octavio Augusto. En su mensaje anunciaba el reino de Dios, la salvación eterna, el amor al prójimo y la igualdad de todos como hijos de un único Dios. Si bien los primeros cristianos eran de origen judío, su mensaje no fue aceptado por toda la comunidad hebrea. Jesús, tras ser acusado de alborotar al pueblo, fue condenado a morir crucificado.
Tras la muerte de
Jesús, sus apóstoles asumieron la tarea de difundir su
mensaje. Los romanos toleraban el culto a otros dioses, pero a partir del siglo
III d. C. los cristianos comenzaron a ser perseguidos con violencia. Durante el
siglo IV, sin embargo, fueron paulatinamente aceptados por el Imperio. En el
año 306 el emperador Constantino declaró la libertad de culto mediante el Edicto
de Milán y, finalmente, el emperador Tedosio
reconoció el cristianismo como la religión oficial del Imperio al firmar el Edicto
de Tesalónica en el 380 d. C.
A partir del siglo III d. C. el Imperio entra en crisis. Las causas que explican su decadencia son múltiples y aún se debaten entre historiadores. En el año 395 d. C., para frenar la crisis, el emperador Teodosio dividió el Imperio en Oriente y Occidente, sin embargo, ello no dio resultado. Los pueblos germanos, que durante siglos habitaron en las fronteras del Imperio, comenzaron a influir en la política romana, tanto a través de la diplomacia como de la guerra, y paulatinamente se fueron asentando de forma definitiva en territorios del Imperio. En el año 476 d. C. el germano Odoacro tomó la ciudad de Roma, depuso al emperador y se proclamó rey de Italia. Este evento ha sido interpretado como el final del Imperio romano de Occidente.
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